"Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Filipenses 1:6 ♥ Comenzó un 27, julio1999

sábado, 22 de enero de 2011

Me sanaste!

¿Quién no se ha hecho una herida alguna vez?
Ese fue mi caso, aquí les dejo una muestra física.

"He aquí yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad" Jer 33:6

El año pasado tuve un accidente limpiando la cocina, me hice un corte profundo, el cual no cesaba de sangrar y tuvieron que suturar la herida. Fue muy doloroso, no podía hacer nada con esa mano -la derecha- y sin embargo logré hacer mis quehaceres en el trabajo y en casa, más que "soportar" diría que aprendí a "sobrellevar" cada situación.

Bien, quizás tú que me lees también has tenido diversas heridas, posiblemente más profundas o menos profundas; pero de algo estoy segura, que todos hemos tenido no sólo heridas físicas, sino heridas del alma y qué heridas!

Hace varios meses no publicaba nada en mi blog, y lo hice esperando este tiempo a fin de  plasmar por medio de estas lineas la lección que me dejó un inolvidable recuerdo.

Érase noviembre del 2009, cuando mi esposo y yo nos enteramos que estábamos esperando a nuestro primer bebé. La ilusión fue tan grande que era imposible contener tanta alegría al pensar que desde el momento de su concepción "nos habíamos convertido en padres", responsables de esa vida que estaba siendo formada en mi vientre. Nuestra dicha fue compartida por familiares y amigos, pero duró muy poco... apenas 12 semanas

Perder a un hijo es una experiencia que genera un sentimiento difícil de comprender cabalmente, hasta que te toca vivirlo en carne propia. Así pasó, un legrado terminó con nuestra ilusión en febrero del 2010. No sólo tenía que restaurar mis fuerzas físicas, sino que era conciente que debía esperar mi restauración espiritual. 

Gracias a Dios mi esposo siempre estuvo a mi lado, tanto como yo, sé que él también estuvo afectado. "Manuel es un hombre que admiro" -Joel 3:10-. Cada día aprendo a amarlo con mayor intensidad por quien es y por todo lo que significa en mi vida.


Aún recuerdo el día que salimos de la clínica, era increíble, al ingresar tenía aún a mi pequeño bebé aferrado en mi útero y al salir de aquel recinto me encontraba "tan vacía". Cogía mi vientre, me observaba y decía: "Ya no esta aquí", cerraba mis ojos y en espíritu le preguntaba a Dios: "¿Cuál es el siguiente paso?", mientras mis lágrimas corrían sobre mis mejillas no podía creerlo y aún más cuando una voz me decía: "Tu primera experiencia". Sanar la herida que había en mi alma no iba a ser fácil, llevaría tiempo, pero, ¿habrá algo imposible para Dios? con el tiempo comprobaría que NO!

Llegamos a casa de mis padres, en mi condición no era saludable ir a la nuestra porque todo me recordaba a nuestro primer embarazo y tener que lidiar la mayor parte del día sola iba a ser más difícil mi lucha. Esa misma noche teníamos que tomar una decisión juntos. No podré olvidar las muchas veces que oramos por fortaleza e incluso la noche que desperté llorando y Manuel oró por mi, por el corazón de su esposa. 

Yo creo que Dios es tan personal que no tarda en responder oraciones; aquella noche guiados por el Espíritu Santo determinamos darnos un tiempo para tener encuentros con Dios, para dejar que él tome nuestro dolor, para ser sanados por él, para voltear la página y avanzar. Tres días fueron suficientes, decidimos que cada día representaría cada mes que tuve a nuestro primer bebe en mi viente y sin preguntas -jamás cuestionamos a Dios del por qué- decidimos afrontar juntos los cambios que trascenderían con el tiempo. 

No fueron días fáciles, pero sí necesarios para que Dios obre en nuestro corazón. Al cuarto día despertamos con tanta paz, esa paz que no entiende ni pretende entenderlo todo, simplemente una luz distinta irradió nuestro despertar y estábamos listos.

Hace poco recibí esta promesa: "Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová" -2 Reyes 20:5-. Ahora entiendo el porqué sin saberlo Dios había puesto en nuestro sentir "aquellos tres días". ¡Gloria a Dios por lo que hizo!

Pero no todo terminó allí, cuando una herida es cerrada, toma su tiempo para sanar. En nuestro caso, aquellos tres días fueron tiempos donde se tenía que limpiar, desinfectar, purificar, coser la herida y cicatrizar; el tiempo de recuperación había comenzado ¿cuánto duraría? No lo supe, pero mi corazón deseaba sanidad total.



Pasaron  los meses y fui probada una y otra vez hasta que llegó Agosto -mes que habría nacido nuestro primer bebé- cuando con el corazón en la mano lloré tanto, me derramé a los pies de Dios, me humillé una vez más en mi lugar secreto, clamé hasta quedarme sin voz. 
¡¡¡Recuerdo haberle pedido a Dios que haga algo nuevo en mi interior!!!
Recuerdo que me dije a mí misma, que ese día sería la última vez que lloraba por lo que había acontecido en lo que iba del año, que jamás volvería a quebrarme por el bebé que Él había decidido tomar para llevarse consigo, que me desprendía de todo recuerdo, absolutamente de todo y empecé a declarar este versículo. "Engruesa mi corazón, y agrava mis oídos, y ciega mis ojos, para que no vea con mis ojos, ni oiga con mi oídos, ni mi corazón entienda, ni se convierta, y haya para mí sanidad" -Is 6:10-

****


Las letras de esta canción ministraron mi corazón todo ese tiempo.




Tú calmas mis tormentas, sostienes mi vivir
me sanaste al estar enferma
no te alejarás de mi.

Confío en ti
creo que tú me has sanado
creo que tú lo eres todo en mí
creo que tú eres mi porción
creo que tú eres más de lo que soñé
Jesús eres todo en mí ♥

¡¡NADA ES IMPOSIBLE PARA TI
mi mundo en tus manos está!!

****


Qué irónico, el mes que me desprendí de aquello que albergué en mi corazón con tanto amor por 9 meses, también fue el mes que empecé a soñar una vez más. Aquel mes lloré tanto sin siquiera saber que algo nuevo me esperaría, -para esto, dos meses atrás a mi esposo y a mi nos dieron luz verde para volver a intentar concebir-. Sí, al mes siguiente confirmaríamos la dulce espera de nuestro segundo bebé, puedo asegurar que esos 6 meses fueron necesarios para que Dios obre y el día en que me eché a llorar como una niña en sus brazos fue clave para dejar ir y recibir un nuevo regalo departe de mi papá Dios.


Cuando confirmamos nuestro segundo embarazo, Traje a memoria mi última oración -mi petición de aquella noche- desde entonces no dejo de vivir agradecida por esta nueva experiencia. Desde entonces han pasado 22 semanas y no dejamos de palpar la fidelidad de Dios en nuestras vidas.

¡¡GRACIAS POR SER TAN REAL, DIOS!!

1 comentario:

  1. muy bello mi querida Marite!
    Mi corazon de hija de Dios, amiga tuya y ahora Madre se han conmovido hasta las lagrimas por saber que Nuestro Padre es Real en sus hijos! Gloria sea a El.
    Te amo mucho Princesa de Dios!

    ResponderEliminar